Poeta, narrador, editor, músico, sicólogo, gestor cultural, luchador social y político... Un hombre que sabe dar la vida, que defiende lo que cree y se entrega sin condiciones.
Lo conocí casualmente, y fuimos amigos desde el principio. En ningún momento me sentí apartado de su cariño y su respeto por las diferencias de edad, u otras cuestiones banales.
Conocerlo, como persona y como poeta, significa mucho para mí, aunque las distancias y la fiaca me hagan olvidarlo a veces.
Comparto con ustedes poemas de "Para quien se atreva a lanzar la primera piedra", un libro tierno y desgarrador, en el que Dinko resigna su voz (su posibilidad de regir el mundo nombrándolo a su antojo) para entregar su profunda sensibilidad a la voz de un personaje social sumamente complejo: la prostituta.
Esta no es la crónica de un poeta que decide ejercer la identidad de una prostituta. Esta es la voz de seres humanos, de personas reales que Dinko conoce y con las que convive en su interior.
A ellas les entrega su capacidad poética, para devolver al mundo un mensaje contundente, en el que el yo poético ha perdido su potestad para ganar un atributo mucho mayor: la capacidad de integrarse a problemáticas sociales que lo trascienden, e incluso que nunca podrá vivir en carne propia.
Donde podríamos encontrar soberbia, encontramos humildad.
En vez de "hacerle el favor" de ponerlas en su discurso (siempre especial y siempre excelso, como se dice de los poetas), Dinko cede el lugar de yo-rector para dejar que la historia de las prostituas se oiga a través suyo, sin artificios ni egolatrías.
Comparto con ustedes entonces una experiencia maravillosa, por su dolor, por su dulzura, por su profunda humanidad.
Uno goza con aquellos textos que nos desestabilizan, nos interpelan, nos obligan a replantearnos todos los paradigmas mediante los cuales vivimos, diría Barthes. "Para quien se atreva a lanzar la primera piedra" es definitivamente un libro para gozar.
PARA QUIEN SE ATREVA A LANZAR LA PRIMERA PIEDRA
(a las María Magdalenas Magallánicas)
2003
VERSÍCULO I
Y abrí mis piernas al viento
para engendrar tempestades,
sentí su furia en mis entrañas,
afanado en penetrar
mis vulnerados espacios,
de colarse por estrechos conductos
y atrapar al óvulo que,
ciego y descuidado,
abandonaba su origen.
Tomó posesión, satisfecho,
dispuesto a esperar,
ignorante de la píldora
detonante de mi último vestigio
de vieja prostituta
VERSÍCULO III
Otra vez la luna llena
voltea la hoja del mes,
abriendo un ojo en la noche,
hiriendo oscuridades,
trastocando conductas a los débiles,
alumbrando mis pecados carnales
en la pieza del fondo.
Mi rostro pálido y mi boca,
fáciles de pintar y fingir placeres,
esperan al macho de turno.
Es que a veces me canso de mi cuerpo,
cuando la luna me toca y desgarra
y ya no me importa
el billete en el velador,
el llanto me purifica,
mientras afuera
continúan los embates.
VERSÍCULO V
No creí que mis noches tuvieran rescate
en manos extrañas,
que la agonía tarifada entre brebajes inocuos
para no perder voluntad
y abortar el negocio a la regente;
para acumular argollas en la muñeca
y la trasnochada valiera la pena;
para mantener la ubicuidad:
el cuerpo atropellado
y la mente entre afectos familiares.
Hasta que apareciste,
preludio del verano
con calores verdaderos en el vientre,
con luz en la yema de los dedos
haciendo crepitar mi piel,
trayendo agosto a mi condición felina
subiéndome contigo
a la libertad de los tejados.
Liberaste mis caderas
de la esclavitud del dinero,
fui capaz de rezar nuevas oraciones
en tu idioma fecundo,
diste rienda suelta a mis ansias
aunque hoy seas mi nuevo carcelero.
VERSÍCULO VIII
Y ya no soy la misma,
aunque lo sea,
una extraña ocupa mis sentidos,
se instaló a la entrada de mi cuerpo
entregando trozos de confort por monedas,
un vulgar baño público
desde donde todos salen más limpios,
¡eso creo!
¿Debo pedir perdón por ello?
¿Por ser la última tentación del hombre?
¿Por soportar en silencio
fallas en dormitorios familiares?
¿Quién me pagará esta vida de espaldas
tendida como enferma?
¿Quién sanará las escaras provocadas
por el dedo acusador,
por ser instrumentos para ser
tocado, golpeado, tañido, pulsado o soplado,
a voluntad del que paga la tarifa?
¡No pediré perdón a quién no escucha
acostumbrado a las quejas
cómo está!
VERSÍCULO XIII
Tengo al himen escondido
en mi mente
bajo siete llaves,
para cuando llegue el momento
de la entrega,
si es que llega.
Mi cuerpo lo sabrá sin dudas
por el brillo de sus ojos,
por la ternura táctil,
ajena a lujurias
y bestialidades;
por su paciencia para esperar
mis instantes.
Mi cuerpo acostumbrado al atropello
sabrá sin dudas,
cuando llegue el momento...
¡si es que llega!
VERSÍCULO XIX
Al revés de la Cenicienta,
aparezco a la medianoche
en la penumbra del salón,
para ser vitrineada,
tasada en mi estatura
y geografía corporal
por los cuatro puntos cardinales.
Posesivas miradas varoniles,
lascivas,
buscan por todos los lugares
dimensiones anatómicas
acumuladas en sus mentes insatisfechas
durante la semana
y así desatar pasiones
tocando, besando y apretando,
las carencias en sus ámbitos cotidianos
o aburridos ya de un libreto repetido,
desgastado,
ala espera de la chispa
que lo vuelva distinto,
como acá,
previo pago de honorarios
por servicios prestados
a la paz de la familia.
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO
SI QUIEREN MÁS, SOLO TIENEN QUE AVISAR
2 comentarios:
Es too much este post
gigante el Dinko
abrazo
de una!!!
recomiendo también "Versos para una sirena solitaria en la Caleta", impresionante!
Lo tengo, y lo puedo pasar e esa forma que andan diciendo por ahí que no se debe porque es así como un poquitin ilegal...
abrazo para vos tambien...
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