X.
XXI.
y fue nomás el silencio de la ceniza
era de esperarse
hubo una madrugada larga sin broche rosado
y el último vientre hinchado de miedo y de preguntas
sufrió mucho humo, mucha ruina
con el beneplácito indiferente de todos los profetas
corroborando cada uno en su lugar
los detalles aportados al vaticinio de lo obvio
fue nomás la dinastía del polvo y del gatillo
la llegada del hombre al punto del total retorno
era de esperarse también el decrescendo
irregular de botas por el pavimento
la voz acaudillada en los comunicados oficiales
y un Rivero de cascotes llorando su absurda coherencia
era de esperarse el derrumbe de la espera
cotizó bien alto el odio y más alto todavía
el sol quedó fuera de servicio para plantas y poetas
la luna brilló más que nunca porque brilló en nadie
porque fue sosiego negado paz velada por el fuego
fue nomás la hora del patíbulo
y era de esperarse poco llanto
los enamorados lloraron sudor de amarse sin tregua
de comerse mutuamente en eso de querer ser uno
los chiquitos lloraron bastante sus juguetes rodar por
la escapada
y los padres lloraron nada su nada de nada
nada de explicaciones nada de excepciones
nada de tiempo y espacio
fue nomás el fin de todo lo que defendimos
y era de esperarse el ruido del colectivo,
los movimientos bancarios, los secuestros corrientes
los comunicados oficiales
que nos dicen que todo marcha en orden,
que las negociaciones se han reestablecido
que no hay que perder el sueño
que otra vez marchamos sonámbulos